Me doy permiso para
separarme y no estar con personas
que quieren controlar mi tiempo:
que me exigen explicaciones,
justificaciones,
argumentos,
incluso para defender
mi necesidad de parar y descansar.
Me doy permiso, después del trabajo
y haberme ganado el pan,
para relajarme,
y hacer o no hacer nada
sin tener que darle cuentas a nadie.
Mi tiempo es mi vida
y mi vida es mía:
a nadie le debo explicaciones
Me doy permiso para
la espontaneidad y a la autenticidad.
Me acepto plenamente
en mis actos, gestos
y palabras espontáneos:
si me paso el tiempo calculando
si hago lo correcto
o reprochándome
que me he equivocado,
puedo llegar a la ancianidad sin haber vivido
ni siquiera unos momentos
de soltura y distensión.
Vivir significa decidir y actuar.
Parte de esas acciones y decisiones
no son las absolutamente idóneas.
¡No importa!
Eso es la vida: no quedarse
paralizados por miedo a equivocarse.
¡Espontaneidad y autoaceptación:
al fin y al cabo,
y con todos sus defectos,
las personas más amadas
y las que emanan un fuerte
magnetismo que atrae,
son las que viven espontáneamente!
Extraído del libro: "Me doy permiso para..."
Autor: Joaquín Argente
Ediciones Obelisco
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